Un típico día en la playa
Casa Yamulkan
Cuando despiertas temprano el primer día en Yamulkan en alguna de esas espaciosas y alegres recámaras, aún no ha salido el sol.
Llegas a la playa tras recorrer tan solo unos metros, y ves el amanecer surgir lentamente, apareciéndose poco a poco a la derecha de la punta, dando paso al nacer de un nuevo y glorioso día...
Las olas casi inexistentes caen letárgicamente sobre la fina arena blanca, y los últimos cangrejos se deslizan hacia sus escondites, huyendo del sol. El cantar de las aves vibra en el aire, y un par de gaviotas flota sobre el agua, buscando el desayuno, casi sin mover las alas.
Te regresas a la casa para unirte a los demás y preparar un delicioso desayuno en la espaciosa y bien equipada cocina. El sol pronto se derramará a través del tragaluz que cubre toda la casa y le brinda un ambiente caribeño encantador. El olor a café recién hecho, pan tostado y huevos revueltos pronto flota por el aire. Consideras desayunar en la bella mesa de madera del comedor, con su vista a la playa más allá de la terraza cubierta y la terraza al aire libre, rodeada de palmeras...
pero optas por salir, donde la vista es aún mejor... hermosa, de hecho.
Las ramas de las palmeras de coco se estremecen en la suave brisa y notas una línea blanca y delgada a lo lejos sobre las cristalinas aguas azuladas donde rompen las olas sobre el arrecife de coral invisible que se extiende cruzando la boca de la bahía, protegiendo su porción interna y luminiscente... las olas que llegan a la playa miden apenas unos cuantos centímetros.
Suspirando, escuchas el canto de las aves unos momentos...
...piensas que esta debe ser la playa más encantadora de la Rivera Maya … y tendrás razón! Sin embargo, no hay casi gente en la playa, pues no hay hoteles en la bahía de Soliman... solo casas privadas, con la excepción del pequeño hotel Sahara al extremo norte de la playa, de bajo perfil, oculto entre la vegetación.
Tras tu segunda taza de café, la playa te atrae de nuevo como un enorme imán. El sol ya se levantó en serio, haciendo que todo brille.
Todos se congregan, se ponen el traje de baño y se disponen a meterse al agua… cargando toallas, visores, snórkels y filtro solar (biodegradable, por supuesto!). Depositas tus cosas en un camastro, te introduces al agua, y te maravillas ante su temperatura... una vez más te asombra su claridad. Un cardumen de pecesillos transparentes se desliza entre tus piernas mientras te intentas colocar las aletas.
Finalmente estas flotando boca-abajo en el agua, deslizándote sobre la blanca arena… suavemente aleteas y te preguntas cuando verás tu primer pez. Tienes cuidado de no pisar el fondo, para evitar lastimar la flora y fauna marina. De repente, ves un banco de coral a pocos metros, pululando con pecesillos de vivos colores, demasiado tímidos para alejarse mucho de la seguridad de su escondite en el coral.
Olvidando el tiempo, flotas por arriba de estas bellas criaturas... azules, amarillas, plateadas, naranjas y negras... demasiadas para catalogarse en la mente... demasiado hermosas para poder alejarte. Anémonas verdes, rosas, blancas y moradas ondulan en cámara lenta en el fondo del mar... no muy lejos se deslizan silenciosas unas manta-rayas, como en un sueño.
A este sitio específico y a los demás corales cercanos regresarás día tras día para contemplar las maravillas visuales... para flotar sin gravedad, casi en forma sobrenatural, como en trance, viendo algo nuevo cada día... un silencioso cardumen de peces planos y plateados, un pepino de mar descansando en la arena, peces loro con sus brillantes colores, estrellas de mar anaranjadas y muchas conchas vivas ...la lista es interminable y nunca deja de sorprender.
Al cabo de unas horas de exploración alrededor de las diferentes agrupaciones de coral que se encuentran aquí y allá sobre las relucientes arenas, te encaminas hacia la playa para compartir tus experiencias con el resto del grupo, quienes poco a poco también empiezan a regesar hacia la playa.
Tienes cuidado de no llevarte nada del mar pese a la tentación, por respeto al medio ambiente. Esperas a estar en agua poco profunda para ponerte de pié, asegurándote así de no pisar nada vivo. Permaneces parado a la orilla del agua, sientiendo los rayos del sol en la piel. Aún a esta hora casi no hay nadie a la vista... a lo lejos, algunas figuras se acercan a la orilla de la playa y allá junto al arrecife se ven varios tubos de snorkel protuberando del agua, la cual está más transparente y ultramarina que nunca...
Las siguientes dos horas las pasas en una de las hamacas de la palapa...
...o en uno de los camastros, asoleándote, leyendo, platicando letárgicamente y bebiendo una bebida refrescante. ¡Esto es vida! Suspiros... el tiempo se pasa... la brisa te despeina... un lindo velero pasa lentamente afuera del arrecife. Todo parece una foto de calendario. ¡¡Esas deben ser las nubes más enormes, blancas, esponjadas y brillantes de todo el mundo!!
¡...No quieres volver a moverte jamás!
Haz clic aquí para modificar.Pero lo haces... la natación te ha abierto el apetito. Es hora de saborear un rico pescado (preparado por Jere con su receta secreta), un guacamole y una cerveza bien helada. Se divierten mientras hacen la preparación, pues se puede conversar con todos los del comedor y los de la sala por ser cocina abierta, inundada de sol que baja desde el tragaluz.
La comida queda lista rápida y fácilmente porque la cocina está equipada con todo lo que necesitas, incluyendo dos refris para asegurar que siempre hayan muchas bebidas frías!
La comida queda lista rápida y fácilmente porque la cocina está equipada con todo lo que necesitas, incluyendo dos refris para asegurar que siempre hayan muchas bebidas frías!
Tras la comida tomas una siesta en uno de los camastros a la sombra de las palmeras en la amplia terraza, arrullado por la olas y el ocasional canto de ave.
Ya despierto, consideras sacar alguno de los kayaks, pero mejor decides ir a recolectar conchitas.
Aún antes de llegar a medio camino de la punta, ya recogiste más de las que puedes cargar.. los diferentes tipos de coral son fascinantes.. pero te ves obligado a dejar tus tesoros para recogerlas luego. No hay nadie a la vista... todos aún han de estar tirados en la playa. Contemplas toda la extensión de la bahía. La agrupación de nubes gigantes se alinea hacia el horizonte, mas bombachas que nunca. |
Una iguana se escabulle a través de la vereda, aparentemente algo molesta.
Tiempo después, te alegras al ver que se acercan en kayak algunos de tus acompañantes... te pueden dar aventón, o puedes encargarles tus conchas y corales, y tu te regresas nadando, dejándote llevar por la corriente casi imperceptible, relajado al saber que no existen depredadores peligrosos en el la bahia. Una manta-raya chica pasa en cámara lenta, mordisqueando algo en el fondo arenoso.. quizás sea una de las que viste en la mañana…
Te lleva aproximadamente una hora regresar. Seguramente te tardaste mas tomando la siesta y merodeando en la bahía de lo que pensaste, porque el sol ya está a punto de ponerse en el horizonte tierra adentro, lanzando un fulgor enorme de rayos anaranjados y morados que se reflejan en el agua, pintando un cuadro surrealista.
Para cuando llegas a la playa, las ramas de palmera se delinean claramente ante la bola enorme de fuego que se hunde en el occidente, y las primeras estrellas se asoman en el sedoso cielo púrpura. ¡Que vista!
Siguen contemplando las estrellas acumularse mientras te enjuagas en la regadera exterior junto a la casa, bajo la “uva”, y te sientas envuelto en una toalla mirando cómo se disipa el ocaso. Al pararte, te sorprende ver la enormidad de la luna naranja que va apareciendo exactamente donde el sol salió en la mañana. Es el cierre perfecto para un día perfecto, y también es la aparente señal que aguardaban los grillos para comenzar su concierto nocturno. Justo a tiempo, alguien sale de la casa con una charola de margaritas heladas, rumbo a la playa. Desde ahí, puedes ver el brillo acogedor de las lámparas de la planta baja de la casa, también las del balcón superior, con su piso de madera tropical bajo la gran palapa. La margarita te sabe a gloria.
El grupo conversa relajado, y cuando ya puedes ver el fondo de tu vaso, notas un aroma divino llegar desde la parrilla de piedra en la terraza donde Jerry, el cuidador, y excelente cocinero (de renombre local) deposita algún manjar sobre el carbón. No pasa mucho tiempo antes de que todos se sientan a la gran mesa redonda en la terraza cubierta, saboreando los ricos platillos... nadie se ha molestado en cambiarse para la cena, pero a nadie le importa que cenen en traje de baño húmedo ... hay buen humor y risas, los vasos tintinean mientras se sirven otras margaritas. Más allá de los troncos de las palmeras se ve la luz de luna reflejada en las pequeñas olas, y un par de cangrejos sale desde debajo de un coco caído en la playa.
Cuando el celestial flan se ha convertido en cosa del pasado, los platos de la cena han sido recogidos y se han exhalado varios suspiros de profunda satisfacción ... parte del grupo se dispone a husmeár los libros de las repisas en el rincón de lectura de la sala mientras escuchan un CD relajante...
otro grupo se acomoda en la sala de TV para ver una película o revisar sus emails...
...y tu decides revisar tus adquisiciones traídas de la punta... te das cuenta que no te lo vas a poder llevar todo en el avión... pero puedes dejar una parte en la casa, como adorno.
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Al rato se van varios a la playa para tirarse en los camastros a contemplar la vía láctea, la cual se va desvaneciendo poco a poco conforme se eleva la luna.
¡...Mejor, imposible!